La cómoda pieza del loco.

¿Aló?, ¿Cómo estás?

-

Si... soy yo.

-

Bien, muy bien, pero ... ¿Cómo me reconociste?, harto tiempo ha pasado.

-

Si pues, años... quince.... más.

-

Espera.... no hables.

-

Es que no me haría bien saber más. Llamé para decir que me acordé de ti, como otras tantas veces, que te he leído, escuchado y hablado nuevamente. Volví esta tarde a ser adolescente, casi un niño como entonces y el viejo nudo que cierra mi garganta está de visita. No tengo otro motivo para hablar hoy, que el pánico de saber que, muy probablemente, nunca te vuelva a ver. Siempre he querido saber cómo eres de mujer, de madre, de grande. Qué frases, gestos y timbres conservas... mas... ¿Para qué?

-

Por favor... no digas nada.

-

Sé que te interesa, soy felíz, muy felíz y de seguro es en parte gracias a tus oraciones y a más de algún detalle contigo aprendido. Porque debes saber y desde hace mucho, que si bien no eres mi nacer ni mi renacer, eres mi autora. Que si bien agradezco lo que me ha pasado hasta hoy, hubo días de profundo arrepentimiento, que tu sonrisa fué un ícono, que tus quince años fueron tan bellos como las más bellas primaveras que he visto. El amor que siento hoy nació y se estrenó ante los ojos tuyos y eres en mi uno de los más grandes recuerdos... eres, existes.

-

Una cosa más... no ando de psicópata por la vida... Soy un hombre profundamente enamorado que está construyendo una historia hermosa, con su mujer, con el hijo que viene... con el sueño de un futuro y un pasado lindo como fué lo nuestro. No estoy dando crédito a nuestras palabras, a todo lo que el corazón dijo entre lágrimas y besos frescos de jovencitos inquietos, simplemente te estoy dando el lugar que corresponde, así como otros quieren olvidar amores malos, voy poner el nuestro como una lámpara más...esa junto a la que aprendí a leer.

-

Debo colgar, es tarde... gracias, muchas gracias.