miércoles, marzo 09, 2005

 

Miedo

Después de lo ocurrido, mamá recordó que había sentido un silencio extraño en la casa cuando despertó, el aire estaba inmóvil y hacía más frío de lo normal para esos días de Primavera. Papá dormía, había logrado conciliar el sueño a eso de las tres, luego de repasar todos y cada uno de los problemas económicos que lo aquejaban, era una mala costumbre que había adoptado debido a las circunstancias, se alteraba con todo eso y, sin embargo, no podía evitarlo.
Se levantó, acomodó su bata y sus viejas pantuflas, pasó por el baño para lavar su cara con agua fría, así despertaría del todo y, quizás, alejaría esa sensación extraña que llenaba el ambiente. Como todas las mañanas, entró en la cocina y con esa maestría mecánica que dan los años de rutina puso las bandejas en el mesón, ubicó las tazas, servilletas y platos, sacó pan del tarro para tostarlo y abrió e refrigerador para sacar la margarina y la leche condensada que acompañaba el café del desayuno. Al tomar el cuchillo del cajón sintió un escalofrío en la espalda, una sensación de terror se apoderó de ella y una mueca de espanto torció su boca... algo pasó, algo espantoso.
Miró a su alrrededor, fue al living, se asomó al jardín y volvió a la cocina. No entendía, dónde, qué ocurre, su boca estaba seca, si hubiera podido gritar.... no podía.
De pronto, como impulsada por una fuerza extraña, se abalanzó hacia la puerta de la cocina y abrió de un tirón la cortina; Un ruido ahogado por el espanto, la sorpresa y la incredulidad salió de su garganta apretada, un ruido espantoso. Ahí en el patio, frente a la puerta, yacía inerte, inexpresivo y sanguinolento un cráneo. Una cabeza desconocida, tan horrible y extraña como todas las cabezas sueltas, separadas por degollamiento de sus cuerpos, con esa expresión de terror e incomprensión que hemos visto en las películas o en nuestras peores pesadillas. estaba ahí en su patio, frente a sus geranios, enrrojeciendo el cemento, como pidiéndo auxilio.
El ruido gutural emitido por mi madre nos despertó, ¡Qué ocurre!, ¡Mamá qué pasa!. Fueron segundos interminables. La distancia entre las piezas y la cocina, que se cubre en cinco pasos se hizo interminable, las piernas se licuaban y parecía que moverse era imposible. Papá y yo nos atropellamos al correr...¡¡Dónde estás!! ¡¡Qué pasó!!.
Al irrumpir en la cocina, sin comprender nada, angustiados, sin saber que ocurría encontramos a mi madre ahí, parada, con los ojos desorbitados diciendo...
EL SULTÁN PUÉS!!!
OTRA VEZ ESTE GATO DECUARTIZANDO PAJARITOS!!!


Comments:
Fiuuuu! No me alegro por la muerte de la avecilla pero por lo menos no fue la de un ser humano, como lo imagine al principio.
 
Pobre pajarito!!!... muerto bajo las garras de otro mas fuerte...
saludos...
 
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