jueves, febrero 03, 2005

 

Los tradicionales

La llamada “educación tradicional” se entiende, al año 2004, como una peste que afecta a un grupo de la sociedad, provocando efectos múltiples sobre el comportamiento de las personas, los hijos de estas personas y probablemente sus nietos. Se intenta categorizar como un estigma al conjunto de características que, sin un análisis profundo, aparecen como aglutinadoras de estos individuos; Así, las “mentes abiertas” de hoy hablan de las familias “bien constituidas” con aire profesional, poniendo especial énfasis en las comillas que encierran el concepto y se preocupan de matizar su vocalización con un halo de pasado histórico, de darle olor a museo y manipulan la idea con la punta de los dedos, evitando así cualquier ligazón con este concepto arcaico y obsoleto. Parece que a estas alturas los casados con hijos deberían irse confesando porque están en pecado. Pero ojo, la confesión y cualquier otro tipo de práctica religiosa también es una característica aglutinante de las personas que han sido víctimas de la educación tradicional. Por tal motivo da lo mismo si se confiesan o no, puesto que dicha actitud también es un efecto colateral y recurrente de la peste.
Para los individuos tradicionales (o enfermos de tradición), casados por las dos leyes, con hijos reconocidos y credo religioso, existe una ética y una moral que los une (otro aglutinador, otra fracción del estigma). En este sentido, aquellos que sienten algún interés especial por conocer y aplicar los valores morales y éticos se convierten automáticamente, para las “mentes abiertas”, en “cartuchos retrógrados”, una mutación de la peste especialmente peligrosa por la rigidez de pensamiento y riqueza de discurso que genera en quienes la padecen.
Queda claro que la educación tradicional o tradicionalismo es un mal que ataca a los niños, pero es importante recalcar que tiene un efecto “REXONA”…. No te abandona. Una vez que eres presa de esta peste, te acompaña toda la vida sin remedio y estás condenado, además, a ser discriminado por “las mentes abiertas”, que juzgarán todas tus acciones. Solo un eventual contacto amistoso con alguno de ellos podría aplacar los síntomas y permitir una suerte de mimetización que esconda el estigma, pero son solo parches, debemos comprender que no hay cura posible.
La adolescencia es una etapa especialmente compleja para los apestados. La toma de conciencia respecto de si, nuevas sensaciones, descubrimientos, interacción social intensa, todos procesos naturales que se ven alterados por la discriminación que “las mentes abiertas” ejercen sobre los enfermitos. Así se originan otras mutaciones de este mal. Nerds o, en su versión chilena, pernos, pasteles, ingenuos (versión peyorativa), loosers y otros con apodos aún menos académicos. Corresponden a tradicionalistas (versión mutante) que sufren una sintomatología espantosa, caracterizada por una alta carga de fuerza de voluntad, sentido de familia, consecuencia y, en muchos casos, inclinación por realizar algún tipo de actividad pastoral. Todos estos síntomas, unidos a los elementos aglutinantes ya mencionados, como son el pertenecer a familias tradicionalmente constituidas y/o haber formado una, tener un credo religioso y, a partir de eso, manejar y cultivar un criterio ético y moral, hacen de estos adolescentes una verdadera lacra social que no hacen más que quitar espacio a expresiones juveniles sinceras, libres y espontáneas; En una palabra, evolucionadas y que son tan características de nuestros adolescentes actuales… “mentes abiertas”, dignos hijos de respetables adultos “mentes abiertas”.

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